El Ficus carica, popularmente conocido como higuera, es uno de los árboles frutales cultivados más antiguos de los que se tienen referencias escritas. Valga como ejemplos los escritos sobre los fundadores de Roma (Rómulo y Remo), quienes según pasajes literarios fueron amamantados por una loba debajo de una higuera. O que Sidarta Gautama, más conocido como Buda Gautama, tuvo sus revelaciones sobre las que se originaron los cimientos del Budismo sentado bajo una higuera… e incluso en el libro del Génesis, Adán y Eva se cubren la desnudez con hojas de higuera, tras ser sorprendidos en pecado.

La higuera es considerada un frutal típico de secano en los países mediterráneos y está tan arraigado a esta cultura que son muchas las casas de campo, en las que el clima acompaña, las que poseen plantado este frutal.

Aunque de grandes dimensiones, la higuera puede ser cultivada en contenedores y gracias a ello pueden estar presente en cualquier tipo de huerto urbano.

A nivel profesional, su rusticidad y fácil multiplicación hacen de este frutal uno muy apropiado para su cultivo extensivo. Es más, en muchas comarcas son las brevales las apreciadas por el interés económico de su primera cosecha: las brevas. En cuanto a su cultivo en un huerto urbano, es de los considerados que una vez plantado y arraigado, no requiere cuidado alguno, limitándose a recoger de él los frutos cuando maduran ya sean para consumo en fresco como para conserva.

Descripción de la higuera

Dentro del género Ficus se conocen más de 750 especies de todas las regiones cálidas, siendo la más conocida la higuera ordinaria (Ficus carica), originaria de Oriente y que actualmente crece espontáneamente en torno al Mediterráneo además de otras muchas regiones del mundo.

La higuera pertenece a la familia de las Moráceas y poseen un aspecto más típico de un arbusto que de un árbol, si bien puede alcanzar alturas de hasta diez metros en condiciones favorables, sobre todo cuando vegeta en rincones protegidos de vientos y en los que su estructura ayudan a sostener sus ramas. De madera blanda, lisa y de color grisáceo, es poco exigente en cuanto a las calidades del terreno. Su crecimiento es lento en terreno seco pero rápido en condiciones de temperatura y humedad adecuadas. Es fácil verlo crecer de forma casi rústica y espontánea lindando en acequias junto a campos de cultivo. Cuado crece cerca de los edificios, el desarrollo de sus potentes raíces es temido por mover los suelos donde están situadas.

Cultivo del higo

Sus hojas son caducas, grandes de 12 a 25 centímetros de largo y 10 a 18 de ancho, profundamente lobuladas formadas por 3 ó 5 lóbulos, de color verde, brillante por el haz y gris y áspera por el envés. Cuando se produce rotura de sus ramas u hojas, la higuera emite un látex irritante.

Sus flores son unisexuadas y curiosamente están distribuidas por la superficie interna de un receptáculo lobuloso llamado sicono (sicono etimológicamente significa higo) abierto en un extremo, por el que entran ciertos insectos que contribuyen a su polinización. Este receptáculo, tras la fecundación, se hincha y se vuelve carnoso, formando el fruto tal y como nos viene a la mente cuando hablamos de él: una masa rica en materias azucaradas, llamado breva o higo según su fecha de maduración. Este es de aspecto blando, de gusto dulce, en cuyo interior de color encarnado y blanco, se alojan lo que aparentemente son semillas pequeñas, pero que en realidad son verdaderos frutos. El higo aparece cubierto exteriormente por una piel que según la variedad puede ser de color verdosa, negra o morada.

Clases de higueras

Es fácil oír hablar de las llamadas breveras, bíferas o reflorecientes. Son higueras que producen dos cosechas al año: las brevas que maduran en junio y son de mayor tamaño que los higos, y los higos propiamente dichos que maduran entre finales de agosto y principios de septiembre.

Originalmente la higuera era una especie monoica y por lo tanto tenía sobre un mismo pie separadas flores de ambos sexos. Con el tiempo y debido a diversos factores (de tipo biológico, ambientales y de cultivo) se ha transformado en plantas dioicas produciendo flores de un único sexo en cada individuo.

Las higueras con flores masculinas se denominan comúnmente cabrahigos o higueras machos y comunes o cultivadas a las que poseen flores femeninas. Las higueras cabrahígos suelen utilizarse para fecundar a las higueras femeninas, como por ejemplo la variedad Esmirna que es muy cultivada en el Norte de África y Oriente Medio.

En España, entre las variedades comestibles las hay que son autofértiles y por lo tanto no hay que realizar ninguna técnica especial de fertilización.

Como curiosidad, hay países como por ejemplo Argelia que cultivan variedades como la Esmirna que sí necesitan de la fecundación (caprificación), para que sus frutos lleguen a madurar. La técnica de caprificación consiste en llevar sobre las higueras cultivadas ramitas fructíferas de los cabrahigos. Estas tienen en sus ramitas los frutitos que a su vez transportan a un pequeño himenóptero denominado blastófago (Blastophaga sp.). Este se introduce en los ‘higos hembras’ para efectuar la polinización y asegura la madurez de los mismos.

Como adelantábamos, las higueras comunes o pies femeninos “autofértiles” que se cultivan en España dan frutos que llegan a alcanzar su madurez en condiciones perfectas para su consumo, sin ser fecundados los óvulos de sus flores, al igual que ocurre con otros frutos como por ejemplo las granadas, las uvas y las naranjas sin pepita.