Una de las modalidades de huerto urbano es el huerto comunitario, también llamado huerto social porque muchas de sus funciones están vinculadas con aspectos sociales, tanto de quien los crea como de quienes los gestionan.

La historia de los huertos comunitarios o sociales tiene su origen en Estados Unidos a comienzos de la década de los setenta, y nacen como respuesta a paliar en cierta medida una aguda crisis económica. En esos momentos se produce una huida de gente desde sus casas céntricas de las ciudades a barrios periféricos o pueblos, dando como resultado la aparición de solares abandonados dentro de la “gran ciudad”.

Durante las siguientes décadas van apareciendo colectivos que se van movilizando y creando pedagogía en torno a una sensibilización ecologistas y de salud orientados a un estilo de vida más sostenible. Una de las bases de estos movimientos es la ocupación de estos espacios (solares) abandonados dentro de la ciudad y barrios que son transformados en huertos urbanos como herramienta de apoyo a la alimentación, cohesión social, potenciar la educación comunitaria e incluso avanzar en una calidad ambiental.

Una década después de su inicio en Estados Unidos, la modalidad de huertos comunitarios o sociales llega a Europa asentándose principalmente en Países Bajos y Gran Bretaña. Se asienta con el nombre de City Farms and Community Gardens (Granjas Urbanas y Jardines Comunitarios), incorporando la cría de algunos animales de granja y ubicándose también en zonas perimetrales a las ciudades.

A España, esta modalidad de huerto urbano llegó unas décadas después junto a otras modalidades (huerto urbano en el jardín, en la terraza, en el balcón, en el campo, vertical, escolar, etc.). Con el tiempo todos ellos han ido evolucionando y adaptándose a la realidad social hasta llegar al día de hoy en la que algunos llegaron simplemente como una moda, pero lo cierto es que todos ellos han llegado para quedarse.

Huertos sociales o comunitarios

Para situarnos en esta modalidad de huerto urbano, podemos definirlos como espacios adaptados para el cultivo, normalmente de hortícolas, en parcelas (solares) ubicados en el interior de las ciudades.

Todos ellos suelen contemplar la agricultura ecológica como base de su cultivo y contar con profesionales, dependientes de las instituciones o administraciones públicas que los ponen en marcha. Básicamente funcionan gracias a convenios establecidos entre las autoridades locales con las personas o representantes de quienes gestionan su explotación. En cuanto a la gestión del día a día recae entre los vecinos y vecinas que se encargan de trabajarlo.

Los huertos comunitarios o sociales contemplan unas zonas comunes para utilizar como por ejemplo los servicios, caminos, cabezal de riegos, almacén de herramientas, etc. que faciliten las labores agrarias del grupo.

Funciones de los huertos sociales

Las funciones de los huertos sociales son muchas y por enumerar algunas de ellas podemos destacar la urbanista, ya que contribuyen a convertir unos espacios degradados o abandonados en lugares útiles. Aunque no se traten de jardines tal y como se entienden, su vegetación mejora el paisaje y actúa como zona verde.

Otra función es la medioambiental, ya que como toda vegetación actúa a modo de “pulmón verde” que ayuda a retener partículas de polvo y nocivas en suspensión en el aire, además de aportar oxígeno y mitigar el efecto invernadero.

La llamada función terapéutica está vinculada con la salud y el bienestar personal. El trabajo al aire libre permite un ejercicio físico moderado y actúa como un antiestrés.

Un factor muy importante es el social. Este tipo de huerto ayuda a establecer lazos entre las personas que participan en su gestión.

Un ejemplo más sería la función educativa. Cultivar implica conocer tanto a las plantas como técnicas de cultivo. Para ello, este tipo de huertos anima a la búsqueda de información ya sea mediante la documentación de libros, revistas, consultas en webs, … o intercambio entre las experiencias de unos y otros.

Cómo hacer un huerto social o comunitario

Cómo hacer un huerto social o comunitario

Un huerto social o comunitario debe de partir con un espacio público destinado para su construcción. Por lo tanto, la figura de la administración pública es indispensable. Una vez concretado, se necesita profesionales para la realización del proyecto, teniendo en cuenta en él la limpieza del solar, su infraestructura de muros para crear los módulos de huerto, acometidas de agua, espacios de tránsito, estancias, cometidas de luz, almacén para guardar semillas, herramientas, abonos, etc. zonas de estancia. Por supuesto, es importante que exista la figura de o los gestores profesionales que ayuden a su asesoramiento de puesta en marcha, seguimiento, etc.

La superficie puede ser muy variable, pero al estar pensada para colectivos sociales, lo ideal es partir de espacios superiores a los 25 metros cuadrados. Como el objetivo es ayudar a las personas, se debe tener en cuenta la posibilidad de que algunas cuenten con un cierto grado de discapacidad o minusvalía, problemas psicológicos, drogodependencia, etc. En estos casos también será importante contar con personal y programas de asistencia social.

Su gestión debe ser diaria y como las plantas no saben qué son las vacaciones, la responsabilidad de su cuidado debe estar presente los 365 días del año.

En cuanto a infraestructuras se deben tener en cuenta la limpieza y nivelación del suelo, la construcción de puertas de entrada para peatones y vehículos, la construcción de zonas cultivables, las zonas de acceso y tránsito, colocación de vallas para proteger el espacio (el vandalismo urbano es una gran amenaza para los huertos comunitarios), zonas de mesas de cultivo y de reuniones, estructuras metálicas que puedan soportar plantas trepadoras como por ejemplo parras, kiwi, etc. o simplemente para crear una zona de sombra, rampa de acceso suave a aquellas zonas que mantienen diferentes niveles, pequeño almacén para el almacenamiento de herramienta y materiales propios para la gestión del huerto, la instalación para el riego (preferiblemente por goteo), colocación de mesas de cultivo, espacio para el lavado de herramientas, zona de compostaje para reutilización de los restos de poda o cultivo, aporte de tierra fertilizada en parcelas y sustrato en las mesas de cultivo, etc.

Una vez construido el huerto comunitario o social, cada uno de ellos evoluciona en su particularidad porque su ubicación determinará las horas de luz, sus corrientes de aire, calidades de la tierra, implicación de su gente, etc. En definitiva, su propia identidad.

Empresa constructora de huertos urbanos comunitarios: www.reformasbernardi.com