La sarna común de la patata, causada por actinobacterias del género Streptomyces (principalmente Streptomyces scabies), es una enfermedad que, aunque no suele afectar al rendimiento total en toneladas, puede tener un impacto económico devastador.

Su presencia repercute en una depreciación comercial significativa del tubérculo, un problema que preocupa tanto al agricultor profesional como al aficionado del bricohuerto.

A diferencia de otras patologías, como el mildiu, la sarna común no muestra síntomas en la parte aérea de la planta (Solanum tuberosum). Así, el follaje puede parecer perfectamente sano, ocultando el problema que se está gestando bajo tierra hasta el momento de la cosecha, por lo que el daño se concentra exclusivamente en el tubérculo, afectando directamente a su calidad y aspecto.

La actinobacteria Streptomyces scabies.

Aunque el término «sarna» puede evocar la imagen de un hongo, el agente causal de la sarna común, Streptomyces scabies, es en realidad una actinobacteria.

Este grupo de microorganismos es fascinante desde el punto de vista microbiológico, ya que, siendo bacterias (procariotas y Gram-positivas), desarrollan un crecimiento filamentoso (micelio), muy similar al que presentan los hongos. Precisamente esta característica morfológica hizo que durante mucho tiempo fueran clasificados erróneamente.

Los Streptomyces son habitantes naturales y ubicuos del suelo, donde juegan un papel fundamental como saprófitos, descomponiendo materia orgánica compleja (como la lignina o la quitina) y contribuyendo a la salud y al ciclo de nutrientes del suelo.

Sin embargo, las especies patógenas como Streptomyces scabies han desarrollado una capacidad específica: la producción de una fitotoxina conocida como taxtomina. Esta toxina es la responsable directa de las lesiones; induce la necrosis y el crecimiento anormal de las células del tubérculo, llevando a la característica formación «acorchada» que define a la sarna común.

Impacto de la sarna común y daños en la calidad comercial.

El principal perjuicio de la actinobacteria Streptomyces spp. es estético. La enfermedad provoca lesiones acorchadas en la piel de la patata, que varían en apariencia.

Pueden manifestarse como una «sarna lisa» o superficial, creando áreas rugosas que afean el tubérculo, o como una «sarna profunda pustulosa». Esta última es más agresiva, formando manchas marrones, eruptivas y de aspecto corchado que pueden unirse y, en casos severos, necrosarse y dejar oquedades en la pulpa.

En la agricultura profesional, esta depreciación es crítica. Las patatas destinadas al mercado en fresco (lavado y embolsado) son rechazadas por no cumplir los estándares de calidad visual, y en la industria de procesamiento (como las patatas fritas), las lesiones profundas obligan a un pelado más intenso, aumentando la merma de producto y reduciendo la eficiencia industrial.

¿Cómo identificar el ataque y cuándo se produce la sarna en la patata?

La identificación de la sarna común se realiza, como hemos mencionado, únicamente en el tubérculo. Las lesiones típicas son circulares, de color pardo y tacto similar al corcho, midiendo habitualmente entre 5 y 10 milímetros, aunque pueden confluir creando manchas irregulares de gran tamaño.

El patógeno, Streptomyces, es un habitante común de la mayoría de los suelos agrícolas, donde cumple un rol en la descomposición de la materia orgánica. Sin embargo, se vuelve patógeno bajo condiciones específicas. El factor más determinante es la humedad del suelo durante la fase de tuberización (la formación de las pequeñas patatas).

Un suelo seco en ese período crítico favorece enormemente a la actinobacteria. Por el contrario, un suelo que mantiene una humedad adecuada (cercana a la capacidad de campo) inhibe su desarrollo.

Otro factor clave es el pH del suelo. La actinobacteria Streptomyces prospera en suelos neutros y, especialmente, alcalinos (con pH por encima de 7,0). En suelos muy ácidos (por debajo de 5,2), la enfermedad prácticamente desaparece. Las temperaturas cálidas, con un óptimo cercano a los 30 °C, también aceleran su desarrollo.

El manejo integrado para el control de la sarna común.

Dado que el patógeno reside en el suelo, el control químico directo sobre el tubérculo infectado no es viable. La estrategia debe ser preventiva y basarse en un manejo integrado del cultivo, un enfoque alineado con los objetivos de sostenibilidad del pacto «De la Granja a la Mesa».

La gestión del riego es la herramienta más eficaz durante el ciclo de cultivo. Asegurar una humedad constante y adecuada en el suelo durante las 4 a 6 semanas que dura la tuberización es fundamental. Esto crea un ambiente hostil para la bacteria y es la principal medida de control en campo.

El manejo del suelo es igualmente crucial. Se deben evitar las aplicaciones excesivas de cal o enmiendas que eleven el pH. En parcelas con historial de sarna, el uso de fertilizantes acidificantes (como el sulfato amónico) o la aplicación controlada de azufre (siempre bajo análisis de suelo y asesoramiento técnico) pueden ayudar a reducir la incidencia.

También, la rotación de cultivos es una práctica preventiva muy importante. Se recomienda realizar rotaciones amplias, de al menos 3 o 4 años, con cultivos no susceptibles como los cereales. Aunque la patata es el huésped principal, Streptomyces también puede afectar a otras raíces y tubérculos como la remolacha, el nabo, el rábano o la zanahoria, lo cual debe tenerse en cuenta al planificar la rotación.

Finalmente, el uso de semilla sana y certificada es necesaria. Aunque una semilla sana puede infectarse en un suelo contaminado, utilizar semilla infectada introduce cepas potencialmente más virulentas en la parcela. En este contexto, la elección de variedades con resistencia genética o menor susceptibilidad a la sarna es también una decisión agronómica clave.

Diferentes tipos de «sarnas» de la patata.

Es importante para el diagnóstico en campo, entender que el término «sarna» o «roña» se utiliza de forma descriptiva para diferentes enfermedades que causan lesiones en la piel del tubérculo. Aunque visualmente puedan confundirse en etapas iniciales, están causadas por patógenos de naturaleza muy distinta (bacterias, hongos y protistas), lo que implica estrategias de manejo completamente diferentes.

Entre las sarnas que se pueden presentar en el tubérculo de la patata, se encuentran:

  • Sarna común (Streptomyces scabies): Como hemos tratado, es bacteriana. Produce lesiones acorchadas, pustulosas o lisas, favorecidas por suelos secos y pH alcalinos durante la tuberización.
  • Sarna o costra negra (Rhizoctonia solani): Este hongo del suelo no produce una «sarna» como tal, sino que forma esclerocios (masas negras y duras de micelio) adheridos a la piel. Parecen «tierra que no se lava». El hongo también causa chancros en los tallos subterráneos, afectando la emergencia y el rendimiento.
  • Sarna pulverulenta (Spongospora subterranea): Causada por un protista (clasificado antiguamente como hongo). Genera pústulas o ampollas que, al romperse, liberan un característico polvo marrón-oscuro, que son las esporas de resistencia. Prefiere condiciones opuestas a la sarna común: suelos frescos y muy húmedos.
  • Sarna plateada (Helminthosporium solani): Este hongo provoca lesiones superficiales de un brillo plateado característico, que se aprecian mejor cuando el tubérculo está húmedo. Es principalmente un problema estético y de conservación en almacén, ya que facilita la pérdida de agua.
  • Sarna verrugosa (Synchytrium endobioticum): Causada por un hongo quitridio, es la más destructiva y está regulada como organismo de cuarentena en muchos países. Provoca la formación de tumores o «verrugas» cancerosas, con aspecto de coliflor, que inutilizan completamente el tubérculo.

El control de la sarna común es, en definitiva, un claro ejemplo de cómo la agricultura moderna debe centrarse en la prevención y en el conocimiento profundo del suelo. No se trata solo de aplicar un producto, sino de gestionar el agrosistema para favorecer al cultivo y no al patógeno, asegurando así la calidad «Del Huerto a la Mesa».