La recogida de envases de fertilizantes, fitosanitarios y demás insumos residuo agrícolas es una obligación para todos los actores implicados del sector Agro.

Si bien, el uso de insumos como fertilizantes y productos fitosanitarios es una herramienta fundamental para garantizar la productividad y la sanidad de los cultivos, una vez que estos productos han cumplido su función en el campo, nos enfrentamos a una responsabilidad ineludible: la correcta gestión de sus envases.

Lejos de ser un mero trámite, la recogida y tratamiento de estos residuos se ha convertido en una base de la sostenibilidad agrícola, un indicador de profesionalidad y un requisito legal indispensable para cualquier explotación.

Este proceso no solo previene la contaminación de suelos y acuíferos, sino que también protege la salud de los operarios y de la fauna auxiliar. Además, se inscribe directamente en la filosofía «De la Granja a la Mesa» promovida por la Unión Europea, que busca un sistema alimentario más sostenible, donde la economía circular juega un papel protagonista.

Para el agricultor, una gestión adecuada de los envases es, en definitiva, un reflejo de su compromiso con el medioambiente, la seguridad y la viabilidad a largo plazo de su propia actividad.

El marco normativo de la Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP).

La gestión de los envases agrarios en España y en el conjunto de la Unión Europea se rige por el principio de Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP).

Este concepto, articulado a través de normativas como el Real Decreto 1055/2022, de 27 de diciembre, de Envases y Residuos de Envases, establece que las empresas que ponen en el mercado productos envasados (en este caso, los fabricantes de fertilizantes y fitosanitarios) son responsables de organizar y financiar la gestión de los residuos de dichos envases al final de su vida útil.

Esta obligación legal asegura que el coste del reciclaje no recaiga exclusivamente sobre el agricultor o la administración pública, sino que se internalice en el propio ciclo de vida del producto. De esta manera, se incentiva desde el origen el ecodiseño de envases más sostenibles y fácilmente reciclables.

Los SCRAPs para la gestión de los envases agrícolas ya residuo.

Para cumplir con esta responsabilidad, los fabricantes de insumos agrícolas se agrupan en Sistemas Colectivos de Responsabilidad Ampliada del Productor (SCRAP). Estas entidades sin ánimo de lucro son las encargadas de diseñar, implantar y financiar toda la logística de recogida y posterior tratamiento de los envases en nombre de sus empresas adheridas.

En el sector agrario español operan varios de estos sistemas, como por ejemplo AEVAE y SIGFITO, garantizando una cobertura amplia y profesional en todo el territorio.

Su función es esencial, ya que actúan como el nexo de unión entre los fabricantes, los puntos de venta (distribuidores y cooperativas) y el agricultor, creando una red organizada que facilita el cumplimiento de la normativa y promueve las buenas prácticas agrícolas.

El agricultor, al adquirir un producto de una empresa adherida a un SCRAP agrícola, tiene la garantía de que existe un sistema preparado para recibir y gestionar correctamente el envase vacío.

La red de recogida de envases: Puntos fijos e itinerantes.

La eficacia del sistema se basa en una red de recogida y accesible. El primer paso, que recae en el agricultor, es el triple enjuague de los envases de producto líquido (si procede) y su posterior inutilización para evitar su reutilización. Una vez limpios y secos, los envases deben ser depositados en los lugares habilitados.

Estos puntos de recogida se organizan principalmente de dos maneras:

  • Puntos de recogida fijos de envases: Ubicados de forma permanente en cooperativas agrarias, almacenes de suministros y otros distribuidores de insumos. La red de puntos de recogida de envases agrícolas en España constituyen la columna vertebral del sistema, ofreciendo al agricultor un lugar cercano y conocido donde depositar sus envases vacíos durante todo el año.
  • Puntos de recogida itinerantes: Se trata de recogidas itinerantes de envases agrícolas, programadas en fechas y lugares concretos, a menudo en municipios o zonas con menor densidad de puntos fijos. Este sistema móvil es fundamental para dar servicio a explotaciones más aisladas, asegurando que ningún agricultor quede fuera del circuito de reciclaje.

Clasificación de los envases residuo.

Para una gestión eficiente, es importante comprender cómo se clasifican los envases según su función:

  • Envase primario: Es el que está en contacto directo con el producto. Hablamos de la botella, la garrafa, el saco o la bolsa que contiene el fertilizante o el fitosanitario. Son los que requieren el triple enjuague (si son rígidos y contenían líquidos) y la gestión más cuidadosa.
  • Envase secundario: Es la agrupación de varios envases primarios. El ejemplo más común es la caja de cartón que contiene varias botellas o sacos.
  • Envase terciario: Utilizado para el transporte y la manipulación de grandes cantidades, como el film de plástico que envuelve un palé de cajas.

Cada tipo de envase sigue un flujo de gestión específico, aunque todos deben ser canalizados a través del sistema para su correcta valorización.

El proceso de reciclado, del residuo al recurso.

Una vez recogidos, los envases inician un viaje de transformación que los convierte de nuevo en materias primas. El proceso varía según el material.

En el caso del plástico (principalmente PEAD – Polietileno de Alta Densidad), los envases se clasifican, se trituran en pequeñas escamas, se someten a un intenso proceso de lavado para eliminar cualquier impureza y se secan. Finalmente, este material limpio se funde y se extrusiona, convirtiéndose en una granza (pequeños gránulos de plástico reciclado) que servirá para fabricar nuevos productos.

El del papel y cartón, las cajas y otros embalajes se compactan en balas y se transportan a fábricas papeleras. Allí se convierten en pulpa, se eliminan las tintas y otros contaminantes, y se procesan para crear nuevas bobinas de papel y cartón reciclado.

Y en el de metal, los envases metálicos se separan, se limpian y se funden en altos hornos para ser transformados en acero o aluminio líquido, listos para ser utilizados en la producción de nuevos objetos metálicos.

Productos con origen de envases reciclados.

La economía circular se materializa cuando estos materiales reciclados se reintroducen en el mercado.

La granza de plástico obtenida de los envases agrícolas se convierte en una valiosa materia prima para fabricar, desde tuberías para conducciones eléctricas o de saneamiento, hasta conos de señalización, mobiliario urbano o nuevos envases para productos no alimentarios.

Por su parte, el papel y el cartón reciclados se emplean para producir nuevas cajas de embalaje, y el metal se reintegra en la industria siderúrgica.

Por todo ello, la correcta recogida de envases de fertilizantes y fitosanitarios es un ejercicio de corresponsabilidad que define a la agricultura del siglo XXI. Es una práctica que no solo responde a una obligación legal, sino que fortalece la imagen del sector, protege nuestro entorno natural y demuestra que el campo es, y debe seguir siendo, un motor de sostenibilidad y economía circular.