Las mallas agrícolas Raschel actúan en el control del microclima como un factor determinante para el éxito de una explotación. Su uso se ha convertido en una constante en el paisaje agrario, desde grandes extensiones de hortícolas y ornamentales hasta viveros especializados, demostrando ser una inversión estratégica para proteger el rendimiento y la calidad de las cosechas.

Lejos de depender exclusivamente de las condiciones meteorológicas, los agricultores y técnicos disponen de herramientas cada vez más sofisticadas para optimizar el entorno de sus cultivos. Entre estas y dentro del grupo de plásticos para la agricultura, las mallas agrícolas ocupan un lugar protagonista por su versatilidad y eficiencia.

En esta ocasión, nos centramos en una de las más mallas conocidas y funcionales: la malla agrícola Raschel, un tejido técnico fundamental tanto para el sombreo como para la protección cortavientos.

¿Por qué se llaman mallas Raschel?

El nombre de estas mallas no proviene de su material o su función, sino de su método de fabricación.

El término «Raschel» hace referencia al tipo de telar con el que se tejen: la máquina de tejer Raschel. Inventada en el siglo XIX, esta tecnología de tricotado por urdimbre permite crear un tejido de punto indesmallable.

Esta característica es crucial en su aplicación agrícola, ya que, si la malla sufre un corte o una perforación, el daño no se extiende, manteniendo la integridad estructural del tejido. Es esta resistencia intrínseca, derivada de su propio proceso de confección, la que le confiere una de sus principales ventajas competitivas.

Proceso de fabricación y materiales de las mallas Raschel.

Las mallas agrícolas Raschel se fabrican principalmente a partir de polietileno de alta densidad (HDPE), un polímero termoplástico conocido por su excelente relación resistencia-densidad.

El proceso comienza con la extrusión del HDPE en finas cintas o rafias. Estas cintas son tratadas con aditivos estabilizadores contra la radiación ultravioleta (UV), un paso indispensable para garantizar su durabilidad a la intemperie y evitar la degradación prematura por la exposición solar.

Posteriormente, estas cintas se introducen en los telares Raschel, donde se entrelazan mediante un sistema de agujas que forma una red de nudos fijos. El resultado es un tejido ligero, flexible y, como mencionamos, indesmallable.

La importancia de las mallas Raschel en la protección en los cultivos.

El uso de mallas Raschel va más allá de simplemente poner una sombra. Su instalación representa una modificación directa y controlada del microclima que rodea a la planta.

Al reducir un porcentaje de la radiación solar directa, se mitiga el estrés térmico y lumínico. Esto se traduce en una menor tasa de evapotranspiración, optimizando el uso del agua de riego, y en la prevención de quemaduras solares en hojas y frutos, un factor que afecta directamente a la calidad comercial de productos sensibles como el pimiento, el tomate o diversas frutas como por ejemplo el níspero y todas aquellas de piel más fina y delicada.

Como barrera cortavientos, su función es igualmente vital. Reduce la velocidad del viento, minimizando el daño mecánico (rotura de ramas, caída de flores y frutos, roces de estos, etc.), disminuyendo la deshidratación de la planta y creando un ambiente más estable para el trabajo de los polinizadores.

Diferencias entre las mallas Raschel y mallas de monofilamento.

Es común que en el sector se genere confusión entre la malla Raschel y la de monofilamento. Aunque ambas se utilizan en agricultura, su estructura y aplicaciones preferentes son distintas.

La malla Raschel es tejida a partir de cintas planas (rafia), es más ligera y flexible. Su principal fortaleza es el sombreo y la función cortavientos. Su tejido de punto la hace muy resistente al deshilachado.

La malla monofilamento se teje a partir de hilos redondos y macizos, similares a un sedal de pesca. Este tipo de tejido es más robusto, pesado y tiene una mayor resistencia a la abrasión y a la tensión. Por ello, se destina principalmente a aplicaciones que requieren una gran resistencia mecánica, como las mallas antigranizo, anti-insectos de alta densidad o para cerramientos estructurales.

La elección entre una y otra no es una cuestión de calidad, sino de adecuación a la necesidad específica del cultivo y de la instalación.

Usos habituales y versatilidad de instalación de las mallas Raschel.

Las mallas Raschel son extremadamente versátiles. Su uso es extensivo en la construcción de umbráculos, estructuras permanentes o temporales destinadas a cultivar especies que requieren sombra, como plantas ornamentales, helechos o para la aclimatación de plántulas de vivero.

En invernaderos y túneles, se utilizan tanto en el exterior como en el interior. Por fuera, se emplean para reducir la carga térmica en las épocas de mayor insolación. Por dentro, pueden funcionar como pantallas de sombreo móviles o para crear separaciones con diferentes necesidades lumínicas.

En campo abierto, su instalación como barreras cortavientos perimetrales es una práctica agronómica consolidada para proteger frutales y hortícolas en zonas ventosas.

Modelos de mallas Raschel según densidad y color.

La tecnificación de estas mallas se manifiesta en la amplia gama de modelos disponibles, que se diferencian principalmente por su densidad y color.

La densidad se expresa como el porcentaje de sombra que proporcionan, por ejemplo, en 35 %, 50 %, 65 %, 80 % o 90 %. La elección depende directamente de los requerimientos del cultivo y la radiación de la zona geográfica. Así, un cultivo de pimiento en el sur de España no requiere la misma sombra que un cultivo de lechuga en una latitud más norteña.

El color también juega un papel agronómico. Las de color negro es la más común para sombreo. Absorbe la radiación y ofrece una mayor durabilidad del polímero.

La de color blanco, proporciona sombra, pero refleja una mayor cantidad de radiación, lo que ayuda a disminuir la temperatura bajo la malla de forma más eficaz que la negra.

Las verde o azules suelen tener un efecto de sombreo similar al negro, y su elección a menudo responde a criterios estéticos o de integración paisajística.

En cuanto a las aluminizadass, también conocidas como Aluminet, son mallas termoreflectoras que sombrean y a la vez reflejan la radiación infrarroja, reduciendo de forma muy efectiva la temperatura diurna y conservando mejor el calor durante la noche.

Comercialización y aspectos a considerar en la instalación de las mallas Raschel.

Las mallas Raschel se comercializan habitualmente en rollos de anchos y largos estandarizados, como por ejemplo, de 2 a 10 metros de ancho por 100 o 200 metros de largo. Para proyectos específicos, los fabricantes y distribuidores pueden ofrecer servicios de confección a medida.

A la hora de su instalación, los técnicos y agricultores deben prestar atención a varios criterios, como son la estructura de soporte, que debe ser lo suficientemente robusta para soportar el peso de la malla y, sobre todo, la presión del viento.

También la tensión adecuada, ya que la malla debe instalarse con una tensión uniforme, ni demasiado laxa (produciría bolsas y roturas por el viento) ni excesivamente tensa (podría dañar el tejido y los anclajes).

En cuanto a sus sistemas de fijación, utilizar siempre elementos de sujeción diseñados para este fin, como clips o perfiles específicos, que distribuyan la presión y eviten el rasgado del tejido en los puntos de anclaje.

Y evitar roces. La estructura no debe tener aristas cortantes o superficies abrasivas que puedan dañar la malla a largo plazo.

Por todo ello, la malla Raschel no es un simple consumible, sino una herramienta de manejo agronómico. Su correcta prescripción y elección impacta directamente en la rentabilidad del cultivo, la sostenibilidad del riego y la calidad final del producto, alineándose perfectamente con los objetivos de una agricultura más precisa y resiliente, en sintonía con la filosofía Del Huerto a la Mesa.