Según datos del Ministerio de Agricultura, España cuenta con 24 Vinos de Pago de Denominación de Origen Protegida (DOP). Esta categoría se otorga a bodegas, fincas o parajes específicos que elaboran vinos con características singulares, procedentes de un pago determinado: un viñedo o un conjunto de viñedos con características edafológicas y microclimáticas particulares que lo diferencian de su entorno.
Los Vinos de Pago tienen sus propias normativas de elaboración, aún más restrictivas que las de las DOP, buscando la máxima expresión del terroir. Al elegir un vino con Denominación de Origen o Vino de Pago, el consumidor no solo está optando por un producto de calidad controlada, sino que también está sumergiéndose en la rica historia, la geografía y la pasión de los viticultores españoles.
Es fundamental no confundir la categoría oficial de calidad «Vino de Pago» con aquellos vinos que llevan en su etiqueta nombres comerciales que incluyen la palabra «Pago» (como por ejemplo «Pago de…«). Según la normativa vigente, solo pueden utilizar esta designación aquellos vinos que cumplan con los requisitos establecidos para obtener la calificación de Vino de Pago. No obstante, las bodegas que ya usaban ese término en su nombre antes del año 2003 están autorizadas a seguir haciéndolo.
Para obtener este reconocimiento, una bodega debe cumplir una serie de requisitos extremadamente estrictos que garantizan un vínculo absoluto entre el vino y su paraje de origen:
En esencia, un Vino de Pago (VP) es el vino de una única finca, con una producción muy limitada y una identidad inimitable, que ha demostrado a lo largo del tiempo (se exige un historial de prestigio de al menos cinco años) que su calidad es excepcional y está directamente ligada a las condiciones únicas de su viñedo.
La mayoría de los Vinos de Pago en España se encuentran en Castilla-La Mancha. Estas fincas de élite se concentran en esta comunidad autónoma, a la que también se la conoce como “la bodega de Europa” por ser la extensión de viñedo más grande del mundo. Este título muchas veces se relaciona más con el vino de volumen que con la exclusividad.
La presencia de la mitad de los 24 Vinos de Pago de España en esta región no es fruto del azar, sino el resultado de una planificación cuidadosa y de una narrativa alternativa sólida.
Este proceso comenzó gracias a pioneros como Carlos Falcó, Marqués de Griñón, cuya propiedad, Dominio de Valdepusa, fue reconocida como el primer Vino de Pago del país en 2004.
Con esta iniciativa, se buscaba poner en valor que, en medio de las extensas tierras manchegas, era posible identificar enclaves vitivinícolas únicos, capaces de elaborar vinos de calidad excepcional, no sobre la base de la cantidad, sino a la singularidad de su origen.