La inversión térmica es un término muy escuchado en el mundo agrario, especialmente relacionado con el invernadero, si bien también se puede producir en cultivos al aire libre, especialmente cuando estos se encuentran en vaguadas.

Incluso en otros ámbitos de la vida. Un ejemplo habitual y que podemos comprobar fuera de la agricultura, es cuando nos encontramos en una noche de invierno y sin nubes. Al ir al coche muy temprano, la temperatura del aire de su interior está cerrada como en una cámara hermética. Al entrar en él constatamos que el aire de su interior está más frío y habrá que poner la calefacción o, si no tenemos, abrir las ventanillas para caldear un poco su interior.

¿Qué es la inversión térmica?

Como explicación de qué es la inversión térmica, se trata de un fenómeno consistente en un aumento de la temperatura del aire con la altitud. Dicho de otro modo, conforme ascendemos en una capa de la atmósfera, encontramos temperaturas cada vez más altas. Por eso de llama ‘inversión’, porque lo habitual es lo contrario, que la temperatura descienda con la altitud.

Inversión térmica en invernaderos

¿Qué es la inversión térmica en invernaderos?

La inversión térmica que se produce en los invernaderos, lo hace sólo en aquellos que carecen de sistemas de calefacción. Especialmente en noches de cielo despejado, ya que, al no gozar de la protección de las nubes que suelen actuar como reflector del calor y que este se pierda hacia la atmósfera, las pérdidas de energía por radiación infrarroja hacia la atmósfera son elevadas.

El problema de inversión térmica se agrava si el invernadero no está bien ventilado o si no hay nada de viento. En estos casos la temperatura baja más en el interior del invernadero. En cambio, en el exterior de este puede llegar a no producirse porque se compensa el enfriamiento mediante los pequeños movimientos naturales del aire.

Las inversiones térmicas en invernadero son dañinas cuando la temperatura en cultivo baja por debajo de la temperatura crítica, produciendo heladas o daños a la planta.

Heladas por inversión térmica

¿Qué es la inversión térmica en campos?

En sí se trata de una estratificación de las capas de aire de diferentes temperaturas ante la ausencia de viento. Al igual que sucede en los invernaderos, el problema se ve agravado en noches frías y despejadas.

En invierno y situaciones de estabilidad, es cuando se pueden generar inversiones térmicas, quedando el aire frío confinado en los fondos de valles, dando lugar a brumas y bancos de niebla si las condiciones de humedad son las adecuadas.

¿Cómo evitar daños por inversión térmica?

En el caso de cultivos al exterior, hay diversos métodos, aunque todos ellos bastante cuestionados. Uno de ellos es la colocación de ventiladores de gran tamaño colocados sobre mástiles que los elevan a la mayor altura posible. Esta fue una práctica muy común en explotaciones citrícolas en la Comunidad valenciana (España), si bien pronto dejaron de utilizarse por manifestar una eficacia cuestionable, a lo que se sumaba el gran coste del combustible utilizado para su funcionamiento. A día de hoy aún quedan algunos de forma testimonial y por su puesto inutilizados.

Otro método era la quema de combustibles que creasen una gran cantidad de humo: neumáticos, aceite de motor, etc. Este se posaba sobre las zonas donde ardía creando una capa similar (visualmente) a la niebla, bruma,… consiguiendo que la radiación no escapase tan rápidamente. Este sistema está actualmente prohibido por ser muy contaminante.

En el caso de invernaderos, para tratar de evitar o reducir los daños por las bajas temperaturas motivadas por la inversión térmica, se recomienda cerrar lo antes posible el invernadero (antes de la caída del sol) con el fin de mantener la máxima temperatura posible. Seguidamente abrirlo también cuanto antes, a primera hora de la mañana (entre las 5 y las 7:30), en momentos cuando se suelen registrar las temperaturas mínimas. Con ello se evita que siga bajando la temperatura en el interior y se equipare con la del exterior, que será superior gracias a los movimientos del aire.

La humedad ambiente dentro del invernadero también es importante que se mantenga alta, ya que el frío seco deshidrata las plantas y provoca daños irreparables en ellas. Para ello se recomienda dar riegos abundantes la tarde anterior y durante la noche. Con ello también se consigue elevar la temperatura del suelo, donde suele concentrarse el frío ante la ausencia de viento.

Hay otro método vinculado con el elevar la conductividad del agua. Se trata de aportarle sulfato potásico de tres a cuatro kilos por cada 1.000 metros cuadrados. En ningún caso añadir nitratos porque podría acrecentar los daños en las plantas.

Si se ha utilizado la aportación de sulfato potásico, una vez que haya pasado el peligro de heladas conviene eliminar las sales que se han aportado al suelo mediante un par de riegos con un corrector de sales, además de aportar enraizantes y aminoácidos para estimular el sistema radicular de la planta.

¿Qué es el calor y qué es la temperatura?

El calor y la temperatura es distinto. Para conocer estos factores, el calor es la energía que tiene un sistema, entendida como la intensidad del movimiento de las moléculas o átomos que lo forman. En cambio, la temperatura es sólo una manera de medir ese movimiento.

Como ejemplo básico, pero fácilmente entendible, a más de 100°C las moléculas de agua hierven y escapan al aire en forma de vapor; a 70°C se desplazan muy rápido y a 5°C más despacio; por debajo de 0°C se quedan prácticamente quietas, pero todavía vibran; y a -273°C dejan de vibrar totalmente.

Esta energía de movimiento, a la que llamamos calor, tiende siempre a homogeneizarse, trasladándose de las zonas con más energía (más calientes) a las que menos (más frías). Y esto lo hace de tres formas posibles:

  • Conducción: Las moléculas cambian de energía mediante ‘contacto entre ellas’.
  • Convección: Un grupo de moléculas con más energía se mueve a otro lugar donde las moléculas tienen menos energía.
  • Radiación: Un grupo de moléculas con más energía emiten radiación infrarroja y ceden energía a otras moléculas, sin tocarlas ni moverse.