Antes de optar por la plantación del kiwi en nuestro huerto urbano, sería conveniente saber si el clima y suelo del que disponemos es el adecuado para que nuestras expectativas se vean cumplidas.

Una zona con un clima o terreno poco apropiado para su cultivo sólo nos va acarrear problemas en el estado fisiológico de la planta y en el mejor de los casos una producción pobre y no exenta de problemas.

En cuanto al clima para el cultivo del kiwi debe ser templado ya que estamos ante una planta de naturaleza subtropical.

Si la zona está sometida a vientos fuertes, debemos prever una protección contra estos vientos dominantes. Recordemos que el kiwi tiene un sistema radicular muy superficial, que junto a su porte trepador, son factores que con vientos fuertes pueden afectar fácilmente el anclaje de la planta.

También es interesante estar en una zona con colonias de abejas activas ya que la actividad de esta para la polinización es fundamental.

La temperatura óptima para el desarrollo del kiwi es de 25 a 30ºC y una humedad relativa alta que se sitúe alrededor del 60%.

Debemos contar con suficiente agua para el riego ya que no le debe faltar, sobretodo en fechas de actividad vegetativa alta, durante los meses de junio a octubre.

Lo ideal es contar con un sistema de riego por goteo y de micro aspersión con baja presión.

En cuanto al suelo, el kiwi necesita para su cultivo suelos profundos y bien drenados, permeables y muy ricos en materia orgánica. Es muy sensible a la asfixia radicular, por lo que debemos huir de terrenos muy arcillosos o trabajar con maquinaria que apelmace el terreno y facilite que se produzca encharcamiento de agua en el terreno. Si no podemos mejorar la estructura del suelo, podemos recurrir a enterrar tubos porosos o realizar aperturas de zanjas que nos ayude a su drenaje.

Los suelos ideales para el cultivo del kiwi son los franco arenosos, sin presencia de cloruros debido a que el kiwi muestra cierta sensibilidad a los mismos, pH entre 6-7 y con poca presencia de cal.

Por otra parte, los suelos excesivamente ligeros, aquellos formados por más de un 60% de arena, no son tampoco buenos ya que no retienen casi nada la humedad.